Rod Stewart en GEBA, un viejo lobo de mar suelto en Palermo

So good to be back amongst the football loving, music loving, life loving Argentinians. Looking forward to more fun at GEBA tomorrow night and Sunday in Santiago. – Rod xxx http://rodstewart.com/events

El show abre con «Infatuation» y los riffs de Jeff Beck suenan por primera vez en la interpretación de Emerson Swinford, el guitarrista principal de una banda de trece integrantes con amplia presencia femenina. Todos a tono, claro. En composé. Como amerita.

Aparecen los primeros problemas de sonido y el cantante todavía no se siente cómodo. A la tercera canción -el clásico de Creedence-, «Have you ever seen the rain», el músico exhibe un poco el malestar por no hallar un sonido acorde y interrumpe el tema para volver a empezarlo. Dirige todo, pide cortar otra voz con gestos y le da el protagónico a una de las integrantes de su crew para que se luzca con el violín.

Hace calor y deja de lado su saco dorado. Ya no recorre el escenario como en sus cuatro visitas anteriores. Apela al meneo localizado y a esa voz en las rocas que tanto le dio desde sus comienzos con el Jeff Beck Group hasta su actualidad pasando por esos maravillosos cinco años y medio en los Faces -la banda más fiestera de todos los tiempos, según los cronistas de la época-.

Rod Stewart lo hizo de nuevo. Esa es la sensación que quedó flotando en las más de 21 mil personas que colmaron el estadio Geba porteño en la cálida noche de un viernes 16 de febrero, que para muchos quedará grabado en las retinas, simplemente en una remera, o mejor en el corazón, ese lugar donde el carismático intérprete británico visita tan a menudo en sus canciones.

Geba, denominación que identifica al Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, está emplazado en medio de los bosques de Palermo, a metros de las vías del ferrocarril. Hasta allí llegó el bueno de Rod, sin pensar quizá que mientras él cantaba algunos de sus clásicos inoxidables, los trenes pasaban una y otra vez, en una situación extraña, pero sin que afecte, hay que decirlo, el potencial artístico que emanaba del escenario.

Todo comenzó muy temprano. Apenas eran las 8 de la noche cuando Iván Noble salió solito con su guitarra para desempolvar algunos de los hits de su etapa solista y de Los Caballeros de la Quema. «Me crié escuchando a Rod», dijo para empatizar con el público, que oyó con respeto y sin fervor «Sapo de otro pozo», «Olivia»,»Perdido por perdido» y, claro, «Avanti morocha».

Lo que siguió fue sutil pero quizá demasiado reposado para la ocasión. Porque mientras todos esperaban ansiosos la llegada de Stewart, salió a escena Damsel Talk, un grupo liderado por la cantautora y ukelelista británica Jenny Moule. Capturó muy de a ratos la atención del público con un mix de melodías jazzeadas en plan indie.

Hasta que pocos minutos después de las 21.30 comenzaron a sonar las gaitas y salió el gran Rod Stewart, con saco dorado, pantalón negro y camisa blanca, en lo que sería su vestimenta de apertura, ya que el coqueto artista cambió cuatro veces de ropa a lo largo de las casi dos horas de show. «Infratuation» fue la apertura elegida, quizá no era el tema indicado, pero también marcaría el pulso de un show al que no le faltaron los grandes clásicos pero que sin embargo careció de calidez. Sólo los fans de las primeras filas cantaron y gritaron toda la noche, pero el gran público, especialmente del campo, disfrutó el show como quien está escuchando un buen disco echado en el living de casa. Quizá esa era la meta de Stewart, pero a veces parecía que no, porque en los cierres de los hits, y más sobre el final del concierto, agitaba las manos para pedir más efusividad en la gente.

La banda es perfecta. Las mujeres tocan instrumentos, bailan, cantan y juegan con Rod. Si el músico necesita un descanso se lo dan con creces -su voz es una fuente inagotable-. Otro cambio de ropa y «Soccer time» según anuncian las pantallas -un británico como Roderick no debiera permitirlo. Clásico. El músico patea varias pelotas para distintos puntos -ya no son tantas como años anteriores-. Conrad Korsch aprovecha el momento que no tiene ningún bajista en la historia y juega con el slap. La gente grita. Por las pelotas, claro.

Pasa uno de sus clásicos más viejos -«Maggie May»-, se pone el sombrero y saca a relucir su charme para «Da ya think i’m sexy'», uno de los momentos más esperados por la gente. «Baby Jane» preanuncia el fin de una noche corta pero siempre agradable. El himno «Salling», lo confirma.

En su quinta visita al país, Rod volvió a dejar en claro su poder de convocatoria -más de 21 mil personas- y su facilidad para conectar ya sea a través de una canción, una copa de vino o un simple traje floreado.