La casa de Evaristo Carriego es Patrimonio Histórico de Palermo.

La Biblioteca del poeta Evaristo Carriego en Honduras 3784. En sus poemas, habla sólo de los que sufren en silencio: la novia abandonada sin motivo con toda la ropa hecha, del sinvergüenza que no la hizo caso o de Mamboretá, la que todos maltratan.

La casa de Evaristo Carriego es Patrimonio Histórico de Palermo

El 13 de octubre de 1912, la enfermedad puso fin en su casa de la calle Honduras del barrio porteño de Palermo a la vida de Evaristo Carriego, a los 29 años.

Empezaba a vivir en su obra, breve y humilde, pero genialmente vinculada con las cosas sencillas que lo rodearon y que amó sin artificio. El «poeta de Buenos Aires», como lo llamó la crítica por sus temas y su sensibilidad, nació en Paraná el 7 de mayo de 1883.

En su familia hubo otro Evaristo Carriego famoso, su abuelo, temido polemista, periodista y político entrerriano.

El pequeño marchó con sus padres a los cuatro años a Buenos Aires. El padre de Carriego, también Evaristo, se casó con Angela Giorello en Paraná. La familia, tras una breve estancia de dos años en La Plata se radicó en Buenos Aires definitivamente, en la calle Honduras, donde transcurrió toda la vida del poeta.

Tras ser rechazado por miopía en el Colegio Militar de la Nación, donde intentó ingresar, se dedicó a vagar por las calles del barrio y a leer cuando le caía en las manos, sin guía ni método. El Palermo de entonces no era el de hoy. Era un barrio con malevos y conventillos, destartalado y pobre, aunque no quizá como él lo muestra en sus poemas.

A los 18 años comenzó a escribir versos, a los 20 ya participaba de cenáculos literarios, en particular el vinculado con «La Protesta», un diario anarquista. Fue luego concurrente al café de los Inmortales, al sótano del Royal Séller, a la Brasileña y el Bar Luzio, y también la redacción de La Nación y de Ultima Hora. Entre 1904 y 1908 publicó muchas composiciones en diarios y revistas, en especial en Caras y Caretas, que rápidamente lo dio a conocer al público.

A partir de sus inicios socialistas e internacionalistas, mero contagio de las tertulias literarias, más tarde se hizo nacionalista, y en literatura aborreció a los poetas decadentes, porque no hablaban sino de lo extranjero y nebuloso. En 1908, apareció su primer y único libro, Misas Herejes, cuyo contenido se conocía ya casi totalmente por las publicaciones en los periódicos.

Publicó algunas entrevistas periodísticas, entre ellas una en La Razón a Martiniano Leguizamón, el estudioso de las cosas criollas oriundo de Rosario del Tala, autor de Montaraz y Alma Nativa. En sus poemas narra historias de amor de mujeres anónimas, humildes, casi siempre tristes si no trágicas. El mismo tuvo un solo enredo amoroso conocido, que no le suscitó gran pasión. Con el tiempo, abandona también la actitud nacionalista, el trompeteo romántico que había admirado en escritores como Víctor Hugo, y pierde la jovialidad. Da lugar a los aspectos más melancólicos y retraídos de su temperamento. En sus poemas, habla sólo de los que sufren en silencio: la novia abandonada sin motivo con toda la ropa hecha, del «sinvergüenza que no la hizo caso» o de Mamboretá, la que todos maltratan. ¿Habrá visto que las vestiduras de Quijote, que había adoptado, no le iban bien, y se calzó el sayo de monje franciscano?. Pero además ya aparecen en sus versos vislumbres de tragedia, presentimientos de muerte.

En diciembre de 1911, poco después de la muerte de su padre, que lo afectó mucho, tuvo un ligero ataque de apendicitis. A mediados de 1912 se repitió. La tercera vez, el primero de octubre, permaneció en cama 12 días. El 13 de octubre de madrugada, murió. Dejó ordenados numerosos papeles, y un libro sin título que apareció luego como «La canción del barrio».

Evaristo Carriego

Biblioteca Evaristo Carriego Dirección: Honduras 3784