Curiosidades de Palermo. «Ciudad de los obreros», «Villa Alvear»

Jorge Luis Borges definía así este sector del barrio de Palermo, limitado por la Avenida Córdoba, Godoy Cruz, Charcas y Julián Álvarez. En él deben considerarse dos partes: primero, entre Dorrego y el Arroyo Maldonado, el territorio de la antigua quinta Bollini; segundo, pasando el Maldonado y hasta Scalabrini Ortiz, Villa Alvear, que su centro en la llamada placita de Serrano (y Honduras).









El monumento a Domingo Faustino Sarmiento fue una obra polémica en el momento de su inauguración. Realizada por el escultor francés Auguste Rodin, está situada en las avenidas Sarmiento y Libertador, en el mismo sector donde estaba ubicada el caserón de Rosas. Demolido en 1899, el caserón de Rosas, de estilo colonial tenía habitaciones que daban al río de la Plata (ocupadas por el propio Rosas) y habitaciones que daban al oeste (donde vivía su hija Manuelita).

Cuentan que la joven Rosas solía pedir indulgencia para los sentenciados bajo la sombra de un aromo. Hoy, ese aromo, conocido como Aromo del Perdón, está situado tras el monumento a Sarmiento, cercado por una verja.

Más sobre Plaza Italia, el monumento «La Carta Magna y las cuatro regiones argentinas», popularmente conocido como «Monumento a los Españoles», que lo obsequiaran a la ciudad con motivo del centenario de la Revolución de Mayo. Palermo Viejo «Una manzana entera en mitad del campo expuesta a las auroras y lluvias y sudestadas. La manzana pareja que persiste en mi barrio: Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga…».


Como recuerdo del paso de Don Juan Manuel de Rosas por el lugar, y no existiendo ya lo que fuera su residencia en el área central de la quinta, donde hoy se cruzan las avenidas Sarmiento y del Libertador, sólo había quedado un árbol, que según recrea la leyenda era llamado en esos tiempos «el Aromo de Manuelita» o «el Aromo del Perdón», a cuya sombra Manuelita Rosas solía requerir de su padre mayor indulgencia para algunos de sus adversarios en desgracia. El sitio donde se hallaba el retoño nacido de ese árbol fue preservado como lugar histórico, y en el año 1974 se dispuso, por medio de una resolución, que se efectuaran mejoras en su entorno, a los efectos de que el mismo quedara debidamente señalizado.

En el libro Estampas del Pasado II, de José Luis Busaniche podemos leer en una carta que se transcribe, escrita por William Mac Cann, sobre la influencia que tenía Doña Manuelita Rosas en las decisiones políticas de su padre:
“…Cuando me presenté de visita en su residencia, encontré reunidas, bajos las galerías y en los jardines, a muchas personas de ambos sexos que esperaban despachar sus asuntos. Para todo aquel que deseaba llegar hasta el general Rosas en carácter extraoficial, la hija del Dictador, doña Manuelita, era el intermediario obligado. Los asuntos personales de importancia, como confiscaciones de bienes, destierros y hasta condenas de muerte, se ponían en sus manos como postrer esperanza de los caídos en desgracia. Por su excelente disposición y su influencia benigna, doña Manuelita era para con su padre lo que la emperatriz Josefina fué para Napoleón.
La hija de Rosas, que posee grandes atractivos, dispone de muchos recursos para cautivar a sus visitantes y ganar su confianza. En una de mis visitas a la casa, como su padre se encontrara ocupado, montó enseguida a caballo, y juntos nos echamos a galopar a través del bosque.»

Ciudad de los obreros, Villa Alvear (1888)

Primitivamente se pensò en llamarlo «Ciudad de los obreros», pero finalmente se optò por Villa Alvear, que estaba limitada por las Avenidas Santa Fe, Canning (Scalabrini Ortiz) y Cordoba y la calle Godoy Cruz o las vìas del Ferrocarril al Pacìfico.
Era un rectàngulo de catorce cuadras de largo y siete de ancho con una superficie aproximada de cien cuadras.
El Arquitecto Juan Antonio Buschiazzo proyectò esta villa en 1888, tiempos del Intendente Alvear, por encargo del Banco Inmobiliario del cual Antonio Devoto era su presidente.
Dentro de la villa habìa menores dimensiones:
Con una superficie de ocho manzanas, desde las calles Cabrera a Costa Rica y de Gurruchaga a Thames, fuè dividida por pasajes y se trazaron plazoletas, como la de Honduras y Serrano, que le dieron al lugar una especial fisonomìa.

Hoy, el barrio de Palermo, parcelado con tantos nombres ridìculos, no se sabe cuantos sub-barrios contiene.
Con los años tambièn Villa Alvear dejarìa de llamarse asì para ser conocido solamente por Palermo Viejo.